La Importancia del Juego en la Infancia

Vivimos inmersos en una sociedad que nos empuja de forma continua al esfuerzo, a competir con nosotros mismos, e incluso a ser mejor que los demás. En esa vorágine de constante superación personal incluimos en demasiadas ocasiones a los y las peques que se ven forzados, no solo a cumplir de manera ejemplar en el horario escolar, sino que deben seguir luego ese ritmo en las tareas de casa, los deberes propuestos desde la escuela, y entre unas y otras, asistir a las diferentes extraescolares, que en muchos casos incluyen, refuerzo, academias, idiomas, etc.

Importancia Del Juego En La Infancia

El verano es un momento ideal para romper de alguna manera con estas rutinas que en ocasiones olvidan que los niños y niñas son eso… niños y niñas, que tienen otros ritmos y otras necesidades para crecer y desarrollarse de una manera plena.

¿Por qué es tan importante el juego?

Los beneficios del juego son numerosos. 

Tantos que superan las posibilidades de un solo artículo, pero os damos algunas pistas!!

El primero que queremos señalar es quizás el más perceptible pero a veces el menos valorado: Las niñas y los niños disfrutan. Les ayuda a combatir el estrés y, en definitiva, supone un momento de distracción que les permite vivir la infancia como una etapa de felicidad, de libertad y descubrimiento.

El juego aporta y mucho al desarrollo social de los y las menores. Incluso cuando juegan solos/as sus juegos reflejan cómo entienden el mundo y resulta ser toda una fuente de información para familias y educadores/as. 

Al jugar con iguales aprenden a compartir, a seguir unas reglas o incluso a establecerlas en equipo. 

Es por tanto una herramienta muy potente para aprender a convivir, a comunicar, a relacionarse con los demás…

Con estas premisas, se entiende que también sea un elemento importante para su desarrollo emocional. 

En el juego simbólico, por ejemplo, los y las peques prestan sus sentimientos a sus personajes. Por tanto, tantean situaciones, comportamientos, desde la seguridad del juego, ensayando y probando con distintas posibilidades y reacciones.

¿Cómo debe ser ese juego?

Es importante que no sea una imposición. Debe ser libre, por lo que debemos tener cuidado en no convertirlo en una tarea obligatoria con un horario acotado.

Por supuesto, ha de ser también estimulante y adaptado a su edad. No tiene sentido que les incitemos a entretenerse con juegos donde constantemente van a necesitar nuestra ayuda. Sobre todo si no vamos a poder dársela. Sino, al no poder desarrollarlo con fluidez perderán el interés por él.

También debe ser… auténtico. Si es un juego donde alguien gana y alguien pierde, no es bueno que siempre les dejemos llevarse el oro. Claro está que en ocasiones levantaremos la mano y les dejaremos alzarse con el triunfo, pero ellos deben aprender a encontrarse en ambos lados de la balanza.

¿Cómo lo fomentamos?

En la actualidad muchos niños y niñas encuentran dificultades para jugar de manera tradicional por la sobreestimulación que en muchos casos les ofrecen las TIC, y a la hora de ponerse a jugar sin pantallas no saben por dónde empezar.

Las familias podemos ayudar dejando que se aburran. Nada estimula más el juego que no saber qué hacer. 

La imaginación se pone a trabajar y todo fluye. Sabemos que al principio puede parecer que no es así, pero deja que pase una tarde o dos sin saber que hacer… verás cómo juegan.

Hemos de crear ocasiones para jugar, momentos para divertirse sin tiempos excesivamente cortos para ello, porque puede hacer que se frustren al no poder expandir su idea de juego.

Ya hemos dicho que tenemos que dejarles tiempo para que se aburran pero, aunque parezca una contradicción, otra herramienta que las familias tenemos para fomentar el juego es jugar con ellos y ellas. Sin prisas y de una forma consciente, algo que a muchos adultos y adultas nos cuesta, y por eso el verano puede ser nuestro tablero de entrenamiento para el resto del año.

No se trata de que cada vez que queramos que jueguen nos pongamos con ellos o ellas, porque sabemos que esto no siempre es posible (ójala). Pero debemos encontrar los momentos oportunos para bajar al suelo y jugar. Podemos enseñarles aquellos que a nosotras y nosotros nos gustasen más de pequeños: juegos de balón, gallinita ciega, juegos de cartas, etc. Una vez que conozcan las reglas del juego se sentirán dispuestos a enseñarlos a sus amigos y amigas. 

Para facilitar el juego pueden tener elementos estimulantes que les inviten a ponerse manos a la obra. Esto no implica que tengan que tener la habitación llena de todo, porque eso en la mayoría de las ocasiones, por no decir todas, es contraproducente, pero sí que tengan lo justo para que el juego sea variado y divertido. Y aquí, hacemos un apunte: los juegos no tienen género. Reducir las posibilidades de juego teniendo en cuenta si son niños o niñas solo les resta oportunidades de diversión y fomenta roles estereotipados.

Lo que es muy útil para fomentar ese juego son papel y colores. Todo lo que no tengan lo podrán crear y ese proceso será en sí mismo un juego que los mantendrá entretenidos y disfrutando mientras trabajan la psicomotricidad fina, la organización de ideas, etc. también pueden recortar lo que precisen de la publicida que recibimos en el buzón. 

Por último, les encanta utilizar elementos reales. Por ejemplo, al jugar a las casitas, a la compra o a los restaurantes podemos darles lentejas, arroz o macarrones. También los rollos de papel higiénico, o los nevases de los yogures harán las delicias de tus peques a la hora de jugar.

No olvides que el juego es un derecho reconocido en la Convención sobre los Derechos del Niño (y la niña). ¡Anímalos a que vivan su infancia!

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